“A través del andar el hombre empezó a construir el paisaje que lo rodeaba”, así lo afirma Francesco Careri en su libro Walkscapes. El recorrido, según el autor, es una forma de expresión que subraya un lugar trazando físicamente una línea. Y es que esta práctica, casi olvidada por los arquitectos, ha resurgido de mano de los artistas, individuos cuya capacidad de observación permite captar lo inexistente y lograr visibilizarlo para el resto.

El caminar entendido como práctica artística es el motor de la obra. Su punto de partida son las diferentes derivas generadas azarosamente al dejarse llevar por las calles de Valencia sin un rumbo fijo, tal y como planteaban los Situacionistas a mediados del siglo pasado.

En esta se enfatiza, cada vez más, en la plástica de las imágenes, llevándolas a extremos pictóricos mediante la manipulación o la intervención de estas. Todas estas piezas se construyen a partir de imágenes detalle: texturas, patrones y formas, que se encuentran en edificios y estructuras de la ciudad y que, al alterarse sus parámetros, permiten transmitir la perspectiva y enfoque del autor.